miércoles, 30 de marzo de 2011

El "Sevillano" - El "Catalán"




Recuerdo cuando viajar en tren a Extremadura era una odisea que duraba más de 24 horas. La estación de Francia de Barcelona atestada de gente, las maletas atadas con cuerdas, los viajeros introduciendo el equipaje por las ventanas de los vagones.
Llegué a conocer las locomotoras de vapor, tan lentas que, en las cuestas arriba, la gente se bajaba a "estirar las piernas" y andaban al lado del tren. Y te ponía la cara negra de hollín cuando la sacabas por la ventanilla. Luego vinieron las de diesel, impresionantes.
La aventura empezaba en el mismo momento en que subías al tren y entrabas en el compartimento. Tenía dos filas de asientos de skay azules y encima de ellos había fotos de lugares interesantes de España, acababas aborreciéndolas. En pleno verano estos compartimentos eran lo más parecido a una sauna. Conforme avanzaba el viaje se iba acumulando la suciedad de la comida, el olor a sudor, a pies, a tabaco y algunas flatulencias humanas. Era indescriptible, pero no nos importaba, formaba parte del status quo y de la aventura.
Recuerdo las navajas de Albacete, la comida a base de huevo duro, carne empanada y tortilla de patata. Las fiambreras y los vasos de plástico. Cuando los toros de Osborne, en la mente de un niño, sólo eran unas siluetas magníficas recortadas en el horizonte. Igual que aquellos castillos en lo alto de las colinas. A mi padre, que tenía la jodida costumbre de bajarse en todas las estaciones y volvía cuando el tren ya había arrancado. Y qué decir de los lavabos, bueno, mejor no decirlo.
A la vuelta, a los olores descritos anteriormente, se sumaba el de chorizo, queso, morcilla, tomillo, orégano. Era algo más soportable.
En Barcelona a este tren se le llamaba "el Sevillano" y era el tren de los que íbamos hacia el sur, era el tren de las vacaciones de verano, del regreso a la tierra, de reencuentro familiar. En Sevilla se le llamaba "el Catalán" y era el tren de los que venían del sur, de los andaluces y extremeños que venían a Catalunya en busca de una vida mejor. Venían sin nada, algunos incluso sin billete. Tenían que tirarse del tren en marcha antes de llegar a la estación de Francia para evitar a la Guardia Civil. Sólo traían un montón de ilusiones y esperanza de encontrar un trabajo para poder traerse a su familia más adelante. Simplemente huían del hambre y la miseria en busca de un futuro para sus hijos.
Hoy "el Sevillano" o "el Catalán" es una patera que viene de África o un autocar que viene del este de Europa, qué frágil es la memoria.

2 comentarios:

  1. Pues a una gallega le vas a contar estas cosas.

    Desgraciadamente, a pesar de lo que pueda parecer, todo esto no está tan lejos, ni ha quedado tan atrás...

    ResponderEliminar
  2. Y los que hicimos la mili en el sur también lo recordamos. San Fernando a Sevilla y Sevilla a Barcelona. Y viceversa ala vuelta.

    ResponderEliminar