domingo, 8 de agosto de 2010

Relato de un verano aburrido (5ª Entrega)

LA FIESTA

Entraron en la casa y se fueron directamente al salón. Parecía imposible, pero empezaban a sentirse bien allí, a familiarizarse con aquel entorno y eso que la decoración de finales del siglo XIX no ayudaba mucho. En la pared había cuadros de conejos y otros bichos muertos y alguna foto antigua de los que supuestamente eran los antiguos moradores de la casa. En una colgaba un reloj mural con caja de castaño y esfera de porcelana. Al lado de la puerta de entrada había un gran aparador de cuatro cajones con pequeñas fotos con marco apoyadas en él y una ardilla disecada. Encima de la chimenea una antigua carabina Máuser y en la pared de enfrente una vieja guadaña desgastada. En medio de la estancia una gran mesa ovalada de nogal. Dos sillones de época victoriana estaban encarados a la chimenea junto a un sofá estilo art deco de piel que rompía totalmente el conjunto. En un rincón una mesita camilla de brasero con cinco sillas de madera alrededor. Esther lo encontraba de lo más acogedor.

Era ya las siete de la tarde. Se pusieron a charlar y ver algunas de las fotos que habían hecho. Menos Martín, que ya había llenado un par de tarjetas, los demás no es que tuvieran gran cosa. Esperaban que el día siguiente se les diera mejor. Parecían un grupo de cazadores alrededor de la chimenea contando cómo les había ido el día y cuántas piezas se habían cobrado. En realidad ellos no mataban, pero disparaban a todo lo que se les pusiera por delante.

Superjulio dijo algo de que tenía que adelantar un poco de la faena que se había traído. Cosas de informes oficiales y fichas. Lo de este hombre no se entendía, trabajaba en algo de asistir socialmente a la gente, pero lo hacía en unos horarios muy raros. Lo mismo trabajaba de noche que los días de fiesta. Los demás pensaban que eso no era normal, que tenía que tener algo por ahí que no quería contar. Él decía que trabajaba salvando a la ciudad de los malos. Pues entonces una de dos: o había muchos malos o no hacía muy bien su trabajo, pues no paraba. Con ese aspecto de profesor de física o quizás filosofía, podía engañar a los demás, pero sus amigos estaban escamados. Este hombre por lo menos dirige la célula de su barrio de alguna familia de mafiosos del Este, por eso se le ve tan poco el pelo y siempre pone excusas cuando quedamos para salir, pensaban algunos. Además, para eso hay que tener mucha tranquilidad y sangre fría y tener la cabeza despejada (esto último no iba con segundas) y a él le sobraba todo eso. Eran sus amigos pero también muy mal pensados.

Quita hombre, vas a trabajar ahora cojones, le dijo Tano, que cuando hablaba parecía que estaba a punto de darle un guantazo a alguien o que le estaba echando la bronca. Era rudo de modales, pero en el fondo era un pedazo pan. Después de cenar vamos a bajarnos una botellitas que nos hemos traído y te vas a dejar de trabajo y leches. Toma un cigarro anda. Superjulio había dejado el tabaco, pero ahora no paraba de fumar. Sería cosa del estrés de la montaña y eso que dicen que el monte va bien para relajarte. Y una leche, desde que habían llegado más de uno estaba de los nervios.

Hicieron tiempo hasta que Morticia les preparó la cena. Un poco de pan de payés con tomate y embutido. De beber un poco de vino. Todos comieron con más o menos ganas. Eso sí, el vino se lo bebieron todo.

Una vez acabaron, Albertojendrix y Tano subieron a por algunas botellas de Jack Daniels que habían traído y un reproductor de cedés para animar un poco la cosa. El Pitufo también vino preparado y sacó una botella de orujo gallego. La enseñó diciendo eso de “una gota de aguardiente deja el estómago caliente y hace al hombre fuerte y valiente”. A más de uno le iría bien lo de hacerle “fuerte y valiente”.

Algunos se sentaron alrededor de la mesa camilla y otros en los sillones y sofás delante de la chimenea. Ésta estaba encendida pues refrescaba un poco. Albertojendrix conectó el reproductor de cedés y no se le ocurrió otra cosa que poner el Ummagumma de Pink Floyd. En realidad ni lo pensó, lo puso y ya está.

Albertojendrix, Tano, Albert y El Pitufo, eran los más bebedores. Superjulio al principio era algo reacio, pero con la tontería se bebió unos cuantos chupitos de güisqui y un par de orujo. Se le puso las orejas rojas como tomates y no paraba de sonreír a todo el mundo. Albertojendrix estaba en su salsa, con la música y el Jack Daniels era el rey del mambo. Empezó a contar por enésima vez que él se había tomado los chupitos con Loquillo y que era un falso. Que mucha fachada de cara a la galería pero en realidad era un reaccionario, le caía como el culo, quizás tanto como Ramoncín, que a ese sí que no lo aguantaba. A Albertojendrix los demás lo llamaban Wikialberto, sólo hacía falta darle la entrada y te cambiaba en un segundo de tema y conversación. Y que nadie se le ocurriese nombrarle la cuestión política, porque entonces sí que se ponía encendido, ya no había quién lo parase. Albert se lo pasaba en grande. Tano era una esponja, ya podía beberse un camión cisterna que no perdía la serenidad. Una vez, un legionario chuloplaya de camisa desabotonada y tatuaje de “amor de madre”, lo retó a ver quién aguantaba más bebiendo vino. Conforme iban cayendo las botellas, Tano estaba más fresco y el legía empezaba a notar la chispa. A la sexta botella Tano se sintió un poco mareado y el otro entró en coma etílico.

En el reproductor de cedés seguía sonando Pink Floyd. Que música más rara, dijo Pilar. Yo tengo algo de música chill out. Quita, quita, le dijo El Jefe. Ahora sonaba una pieza en la que se producía un crescendo que acababa en un grito desgarrador. ¿Quiyo, eso qué es?, preguntó Paca. ¡Cómo mola nen!, la canción se llama “Careful With That Axe, Eugene“, dijo Albertojendrix. Y eso qué quiere decir. “Eugenia, ten cuidado con ese hacha” tradujo El Pitufo. ¡¡¡Quita eso!!!, gritaron todos casi al unísono.

El Pitufo, que normalmente ya tenía la punta de la nariz roja y él decía que era debido a una congestión nasal crónica, ya la tenía como la nariz de un payaso. Los demás entendieron ahora el motivo de esa “congestión nasal”. Cuando llevaba cinco chupitos, entre lo caliente que estaba por dentro a causa del licor y lo que lo estaba por fuera a causa de la lumbre de la chimenea, sintió la necesidad de salir afuera a fumarse un cigarro.

Trastabillaba un poco. Yo controlo, decía. La típica frase de los que están en la primera fase de la cogorza. Estaba agustito. Abrió la puerta de la masía y el aire fresco le dio de golpe en la cara. La rojez de la nariz le bajó dos grados. Encendió un cigarro y salió al porche. Miró hacía arriba y no se veía nada, pero a un lado de la casa, donde estaba el garaje, vio una luz. Entre la chispa que llevaba que no le hacía regir muy bien y lo volvía un inconsciente y que además era chafardero de naturaleza, no pudo resistir ir a ver.

Al acercarse vio la puerta entreabierta y no se le ocurrió otra cosa que empujarla y entrar. En otras circunstancias se hubiera dado media vuelta, pero es sabido que el alcohol te hace creer más machote de lo que en realidad eres. Apenas se veía nada, sólo lo que la poca luz que entraba por la puerta y una ventana alta permitía ver. Ni rastro de la luz que le había parecido vislunbrar antes. No pudo resistirse y avanzó unos pasos. En el garaje no había ningún coche. Distinguió la forma de lo que parecía ser un carro de dos ruedas. Se acercó un poco. De pronto notó un movimiento detrás de él. Se giró y recortada contra la luz de la puerta apareció una silueta. Lo único que distinguió bien fue la forma de una guadaña. Reculó un poco y sintió como su pie se enganchaba con algo. Cayó al suelo y vio como la guadaña describía un perfecto semigiro en el aire. Dejó escapar un fuerte ¡¡¡Noooooo!!!!, mientras veía como la guadaña cortaba el aire con un estremecedor siseo.

Mientras tanto, en la casa, la gente empezaba a animarse. Las chicas no se pudieron resistir a tomar algún chupito. A Paca no tuvieron que insistirle mucho, es más, era ella la que se servía. Marysun estaba acaloradísima y no paraba de bailar junto a Superjulio, que tenía un desmadre considerable. Albertojendrix puso algo más animado. En cuestiones musicales era bastante ecléctico y ahora sonaba el Celebretion de Kool & the Gang. Esther, Reyes y Pilar, no paraban de reír de algo que les estaba contando El Jefe. Les explicaba, muy serio, cuando tuvieron que operarle de urgencia de apendicitis. Estuvo a punto de que se le reventase el apéndice y lo pillaron por poco. No entendía qué les hacia tanta gracia y las dejó partiéndose el pecho y se fue a sentar junto a la lumbre. Él no bebía, su salud no se lo permitía. Era el peaje que tuvo que pagar por su época de locuras.

Albert El Artista se quedó fascinado con el orujo de El Pitufo, al que nadie echaba de menos. Trataba de controlarse, pues Jan estaba por allí y no era cuestión de perder la dignidad delante de él. Aunque bueno, ya lo había visto en bañador, así que no creía que la perdiera mucho más. Además, Jan se lo estaba pasando en grande, le gustaba ir con los amigos de su papá, se divertía mucho con ellos. Ahora estaba bailando con Marysun, Superjulio, Reyes y Paca, que se habían apuntado al guateque. Tano parecía el más sereno y no porque fuera el que menos bebía, al contrario, él solo había dado cuenta de una botella de Jack Daniels. Martín se sentó junto a El Jefe, decía que le dolía la cabeza y se pusieron a charlar tranquilamente A ellos se unió Jorge y la conversación se centró en capas de ajuste y cámaras. Como ya se ha dicho, eran bastantes monotemáticos.

Paca dio un traspiés y casi se da de bruces con el suelo. Hacía poco que había acabado sus estudios y parecía una colegiala en una fiesta de fin de curso. Se había pasado todo un año rodeada de gente joven y algo se le había pegado. Lo suyo tenía mérito, ponerse a estudiar después de muchísimo tiempo y sacar notables y sobresalientes en casi todo no fue fácil. Aprovechaba las noches para estudiar y hacer los trabajos. Para estar tranquila mandaba a la perra a que sacase a pasear a Jorge y así de paso se echaba una meada (la perra). Como se fue una temporada a Cádiz por medio de una beca Sócrates, Jorge tuvo que hacer de amo de casa. Se convirtió en un experto en comida precocinada y se hizo cliente VIP de precongelados La Sirena. Aunque con el tiempo se animó a hacer la compra y cocinar él mismo. Se conoció todas las grandes superficies que había cerca de casa y aprovechaba las ofertas de la semana. Las vecinas acabaron consultándole dónde comprar. Se le veía en la portería charlando animadamente sobre el arroz del Caprabo o los productos frescos del Carrefour. También dominaba como nadie las tareas domésticas. El prelavado a 90º era el que más le convencía y para nada le echaba Toke a las camisas cuando las planchaba, las dejaba un pelín ásperas. Cuando volvió Paca no le consentía que ella le tocase la nevera, la tenía muy bien organizada para que ahora viniera ella y le cambiase de sitio los embutidos.

Morticia, en la cocina estaba deseando que los raros esos acabasen su fiesta. Tenía cosas que hacer y no quería que esos locos estuvieran delante.

3 comentarios:

  1. Esta me la he leido esta mañana, tambien fuera de casa y me he quedado en ascuas por ver que le pasa al pitufo... y a ver que hace Morticia :-))

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  2. Eso, como esta el Pitufo, vaya amigos pasando de el.................. :-P

    El Jefe , por que es el jefe, pero los demás :-)

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  3. Así que no echáis de menos a nadie, ¿ no '
    Vaya amigotes, pero se perdona porque el Jack Daniels combinado con música hace perder la noción de todo.

    Bueno, voy ahora mismo a por la 6ª, que no puedo esperar más...

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